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Pieles Rojas, en el grupo A; y Äguilas Reales
frente a Cóndores, en el B. Estaba garantizada
una final con el Clásico Poli-UNAM.
15 días antes de esas semifinales en el seno
de las Águilas Reales se empezó a gestar una
historia que convertiría la rivalidad ante las
Águilas Blancas en una hermandad.
Carlos Rosado rememora en su libro: “15 días
antes nuestro jugador de ‘primer equipo’ en
la posición de centro, Francisco Escobedo,
recibió un golpe en la cabeza, el doctor le
mandó ‘reposo’ y un estudio de gabinete, un
‘encefalograma’, para analizar en base a este
la posibilidad de jugar en este importante
‘choque’, ‘Pancho’ como le decíamos, no se
realizó el ‘estudio’ por lo que se le prohibió
participar en este importante ‘duelo’ por
parte de los responsables del servicio médico”
(Pase Completo, p. 243).
Rosado recuerda en su libro que el día de la
semifinal llegó muy temprano al casillero para
equiparse con toda calma, y en un estanquillo
que se le conocía como la Güera, donde acudió
para comer un sandwich y un licuado, se
encontró con Escobedo, quien ya estaba listo
para equiparse (generalmente los jugadores
se ponen las fundas y el jersey y ya en el
estadio añaden las hombreras y el casco), y le
señaló que lo hacía “para estar con ustedes y
animarlos”. duelo defensivo que al medio tiempo registraba mencionó que el centro no podía controlar a
un empate sin puntos. su guard nariz. Se hicieron algunos cambios de
El encuentro inició y tal y como son los duelos jugadores y regresaron al emparrillado.
entre hermanos de institución, fue un feroz Ya en el vestidor, el coordinador ofensivo
Rosado menciona en su libro que después de
recibir el kick off ingresaron al campo y quien
llamó a equipo a huddle (reunión), era nada
menos que Francisco Escobedo con su jersey
número 50. “El doctor me autorizó a jugar”,
dijo a sus compañeros e iniciaron la acción.
Escobedo logró controlar al peligroso guard
nariz de los Cóndores, pero al iniciar el último
cuarto, cuando las Águilas Reales ganaban
17-3, cayó un tremendo aguacero en Ciudad
Universitaria que convirtió el emparrillado en
una laguna. “El agua nos llegaba a los tobillos”,
señaló Rosado en Pase Completo al
referirse a ese momento.
Y escribe también que “a lo lejos vimos que
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