Page 28 - RED ZONE SEPTIEMBRE 2020
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Además, después de entrenar con el equipo de basquetbol tenía que ir
a casa del coach Perry, donde le hacía pruebas para ver si reconocía los
audibles y formaciones defensivas. Esa rutina se repetía cuatro y hasta
cinco veces a la semana.
“Cuando conocí al coach Perry yo era un jugador de futbol americano; pero
el me transformó en un quarterback”, indicó Watson.
A la par de su desempeño deportivo, Perry se aseguró que se mantuviera al
corriente en sus estudios y cerca de Dios.
“Fue la figura paterna que requería y llegó justo en el momento en que lo
necesitaba”, añadió Watson.
Su mamá siempre puso énfasis en su educación y el coach Perry reforzó
esa idea.
“Llegó entonces la oferta para jugar con la Universidad de Clemson, donde
el coach Swenney quería construir un equipo alrededor de mi. Tenía así una
gran oportunidad, pero también una gran responsabilidad”.
Cuando aún estaba en Clemson y luego de perder en una final por el
campeonato nacional colegial, conoció al quarterback Cam Newton, quien
se convirtió en una especie de tutor. Le mandó mensaje y le escribió algo
que nunca olvidará: “Me dijo que en el deporte nunca hay que volar muy
alto cuando está arriba, pero tampoco hay que dejarse caer cuando estás
abajo. Hay que aceptar ambas cosas, porque cuando eres exitoso siempre
tendrás contigo a las personas que te quieren, pero también a las que te
odian”.
Para finalizar Watson comentó: “Quiero dejar mi legado. Ser recordado
como un gran compañero de equipo, como un ganador, pero sobre todo
como alguien que siempre regresó algo a quienes le dieron tanto”.
“Una vez en Clemson conocí a María Herbst, una asesora académica a
quien yo llamaba Mamá María. Y así como el coach Perry me convirtió en
quarterback, Mama María me transformó en estudiante”.
De esa manera cumplió la promesa que le hizo a su mamá y se graduó en
solo tres años de carrera. En su tercer año logró un título profesional, un
título nacional colegial y ser la primera selección del Draft NFL.
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